LA FOTO DE LA ULTIMA AVENTURA

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sábado, 23 de enero de 2010

Inmersión en el pecio del Boreas, Costa Brava.
















En la falda suroeste de la Llosa de Palamós, sobre un pasillo de arena situado a unos 31 m de profundidad, yacen los restos del Boreas. Fue un remolcador de altura de la Marina alemana durante la Segunda Guerra mundial, de 40 m de eslora, cuyo nombre original era PelIworm. Al acabar el conflicto militar pasó a uso civil y fue en 1980 cuando, con bandera de Panamá, se le puso el nombre actual: Boreas.Nivel Medio

Después de varias vicisitudes y singladuras inciertas acabó siendo inmovilizado por las autoridades por tráfico de estupefacientes y permaneció amarrado en total estado de abandono durante tres años en el puerto de Palamós. Los propietarios del centro de buceo Nautilus de Palamós y los del centro de buceo del cámping La Coma se dieron cuenta de lo que aquello podía significar para incentivar la práctica del buceo deportivo en la zona, e iniciaron las gestiones necesarias para hundir el casco del viejo remolcador en un lugar accesible para los submarinistas que no constituyera un peligro para la navegación ni la pesca.

Tras comprar el buque y pedir las autorizaciones pertinentes, se procedió a la descontaminación (eliminación del aceite y del combustible) y a la preparación del barco para su hundimiento: durante meses se desguazó parcialmente la sala de máquinas, se eliminaron mamparas y tuberías peligrosas para los futuros buceadores y, finalmente, se cortaron los palos, cuya altura constituía un riesgo para la navegación. El día 23 de enero de 1989 se hundió el buque en la zona en que la Llosa de Palamós cae bruscamente hasta 20 m y donde empieza la arena.

El casco del Boreas reposa escorado ligeramente por la banda de babor y la hélice apunta directamente hacia mar abierto. La proa se sitúa a unos 26 m, la papa a unos 32 m y el puente del buque a unos 15 mPocos meses después de su hundimiento, el pecio ya estaba recubierto de algas e invertebrados; la sala de máquinas y muchos agujeros habían sida colonizados por congrios y alrededor del casco pululaba gran cantidad de peces, tales como castañuelas, sargos o lubinas. Hace tiempo que la hélice del Boreas dejó de funcionar, pero ahora es posible contemplarla a 32 m de profundidad.

El Boreas yace sobre un lecho arenoso, rodeado por afloramientos de rocas recubiertas de algas calcáreas. Donde el casco reposa sobre el fondo se forman unas brechas, más amplias cuanto más a popa, en las que suele haber rascacios y santiaguiños; últimamente es habitual la presencia de algún bogavante de gran tamaño. Alrededor del casco hay numerosos agujeros de desagüe, a menudo colonizados por congrios; no es raro que casi todas estas cavidades estén ocupadas. En la barandilla de la cubierta se observan formaciones de briozoos y de gusanos tubícolas.

Justo detrás del puente se abre la sala de máquinas, libre de cualquier obstáculo (tubos, grifos) peligroso para los buceadores. Para explorarla se hace imprescindible el uso de un foco o una linterna. Dentro de la sala de máquinas (y en sus orificios) hay una fauna específica, compuesta sobre todo por peces típicos de cuevas o zonas.

Con el tiempo, muchos congrios y morenas han ocupado todos los rincones del Boreas.

Saliendo de la sala de máquinas, y pegada al puente, está la chimenea tumbada debido a los temporales de invierno; en sus orificios también viven congrios o morenas.

El puente está despejado de cualquier obstáculo peligroso y es una gran estancia que comunica con los pasillos de cubierta. Arriba hay una especie de terraza, en cuya barandilla está el cabo que une el buque con la boya de superficie. Esta plataforma es un buen punto de encuentro con los compañeros, tanto para iniciar la inmersión como para preparar el ascenso y la descompresión.

Los fondos que rodean al Boreas son interesantes, pues está en la conocida Llosa de Palamós. Una posibilidad consiste en dirigirse directamente a la Llosa, con rumbo noreste: en este caso, se pasa primero por una llanura de rocas recubiertas de algas calcáreas y con numerosas cavidades que vale la pena explorar. En esta zona abundan las madréporas y los nudibranquios; también son comunes los rascacios y los grandes lábridos. Paulatinamente, el perfil submarino va ascendiendo, pero no conviene alejarse del punto de partida para evitar largas descompresiones.

Otra posible ruta, reservada para buceadores con cierta experiencia parte con rumbo sur desde la hélice; es decir, hacia mar abierto. Siguiendo esta dirección se alcanzan pronto los 36 m, frente a una pequeña elevación del fondo. En estas rocas, llenas de agujeros y cavidades, abundan las langostas, los rascacios y el coral rojo. Atención: debe controlarse bien el tiempo de inmersión y el camino de regreso, pues pronto se entra en descompresión.

ITINERARIO

Hay que descender por el cabo que une La boya al buque para llegar al puente, a unos 15 0 17 m. Aquí merece la pena echar una mirada a los alrededores y contemplar los bancos de peces que suelen rodear el casco; destacan las bogas, las castañuelas, los tres colas, los sargos y las obladas, con frecuencia vigiladas de cerca por dos o tres lubinas de considerable tamaño. Sin perder demasiado tiempo se baja hasta el lecho arenoso donde reposa el buque y se inicia una vuelta alrededor del casco para observar cualquier agujero con la linterna, pues a menudo hay congrios.

Contemplar la mole de la popa desde el fondo es impresionante; la gran hélice descansa encallada en la arena. justo en el límite entre esta última y el casco, y generalmente por la parte de popa, suele haber algún bogavante de buen tamaño; no obstante, la profundidad es de unos 33 m, así que es mejor no entretenerse e ir subiendo. Se asciende por cualquier costado del buque para visitar seguidamente la cubierta y, a continuación, la sala de máquinas.

Es frecuente observar grandes nudibranquios (Hypselodoris) en la cubierta, así como formaciones de briozoos incrustados en Las barandillas, además de todo tipo de peces por cualquier rincón del barco, e incluso algún pulpo. Ya en la sala de máquinas, y con un buen foco o linterna, vale la pena explorar todos los rincones, pues en esta sala viven algunos congrios de gran tamaño.

Una vez dentro conviene ir con cuidado con las aletas, ya que hay bastante sedimento, y si se agita apenas se tiene visibilidad. También merece la pena estudiar los agujeros de la chimenea, que está tumbada, en busca de algún congrio o morena. Finalmente hay que dirigirse al puente para iniciar el ascenso, que a menudo irá acompañado de una pequeña descompresión.

Para disfrutar del Boreas, conviene visitarlo en pequeños grupos controlando el tiempo y el consumo.

En los días de aguas claras merece la pena alejarse un poco del Boreas y, desde cierta distancia, contemplar su inconfundible silueta recortada en el inmenso azul.

Aunque el Boreas es un pecio al que se le han quitado todas las estructuras que pudieran representar algún peligro para los buceadores, hay que ir con cuidado con los latiguillos y otras partes del equipo que se puedan enganchar.

Dado que las inmersiones siempre se realizan fuera de la curva de seguridad, hay que controlar bien el tiempo para evitar largas descompresiones. Si se planifica la visita para no entrar en descompresión, difícilmente aparecerán problemas de consumo, pues el recorrido durará poco más de media hora. Es preferible evitar los días y horas de máxima afluencia, pues a menudo coincide aquí más de un centro de buceo en el mismo momento, con la consecuente masificación.

Para alejarse del buque es necesario llevar compás e hilo guía, puesto que es fácil desorientarse. Al tratarse de una zona transitada, por hallarse cerca de un puerto, deben evitarse las salidas a superficie lejos de la propia barca. Si se bucea desde una embarcación propia y se amarra a la boya que señaliza el pecio, es recomendable dejar una persona a bordo, no sólo como medida de seguridad, sino también para facilitar el trabajo de cualquier otra barca que quiera amarrar en la boya.

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